HACIA UNA RECUPERACIÓN ECONÓMICA INCLUSIVA


Sin una acción urgente, perderemos el progreso conseguido y la oportunidad de reconstruir sistemas mejores, más justos y equitativos cuando termine esta pandemia.


Una niña ayuda a un niño a ponerse una mascarilla mientras los residentes hacen fila para recibir bolsas de alimentos gratis en el barrio de Vila Vintem, en Río de Janeiro, Brasil.


 ayuda a un niño a ponerse una mascarilla mientras los residentes hacen fila para recibir bolsas de alimentos gratis en el barrio de Vila Vintem, en Río de Janeiro, Brasil.BRUNA PRADO (AP)


Mientras crecía la confianza de que el final de la pandemia sanitaria estaba a la vista, el informe de La UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), advertía de que una vacuna viable no detendrá la propagación del daño económico, el cual se sentirá por un largo tiempo en el futuro, especialmente sobre los más pobres y vulnerables.

El informe, El Impacto de la Pandemia COVID-19 sobre el Comercio y Desarrollo: Transición a una Nueva Normalidad, proporciona una evaluación integral de las repercusiones económicas, proyectando que la economía global sufrirá una drástica contracción de 4.3% en el 2020 y advierte que la crisis podría poner a 130 millones de personas en situación de extrema pobreza.

La manera como la economía mundial está organizada es en parte responsable del impacto desproporcionado sobre los más pobres del mundo, quienes carecen de los recursos necesarios para responder a los impactos y choques generados por el COVID-19, dice el informe.

Una crisis de impactos desiguales…

En el informe, la UNCTAD muestra el profundo impacto del virus en todas las áreas de la economía mundial y explica como la crisis ha afectado el comercio global, la inversión, la producción, el empleo y, por último, los medios de subsistencia individuales.

El informe señala que el impacto de la pandemia ha sido asimétrico y con mayor incidencia en los más vulnerables, dentro y entre países, afectando desproporcionalmente a hogares de bajos recursos, migrantes, trabajadores informales y mujeres.

La pobreza global se ha acelerado por primera vez desde la crisis financiera asiática de 1998. En 1990, la taza de pobreza fue de 35.9%. Al 2018, se había reducido a 8.6% pero en lo que va del año ya ha aumentado a 8.8% y probablemente aumentará aún más a lo largo del 2021.

Adicionalmente, el COVID-19 ha tenido un efecto desproporcionado en dos sectores—turismo y micro, pequeña y mediana empresa—que son fuente de empleo para varios grupos vulnerables.

…y respuestas desiguales

Las disparidades causadas por la crisis del COVID-19 saltan a la vista, y la producción de la vacuna y su distribución han puesto de relieve la capacidad limitada de muchas naciones en desarrollo, los países menos desarrollados (por su sigla en inglés, LDCs), en su respuesta a la crisis.

Adicionalmente, las naciones más pobres simplemente no tienen establecidos las redes de protección social necesarias para sostener a sus poblaciones. El informe estima que alrededor del 79.4% de trabajadores en el África subsahariana y 84.5% de trabajadores en los países menos desarrollados no tienen acceso a ningún tipo de protección social o programa de empleo.

Una hoja de ruta para una mejor recuperación

La crisis puede ser el catalizador para nuevas y más resilientes redes de producción basado en cadenas de valor más focalizadas y regionales, sostenibles y digital. También es una oportunidad para hacer que la producción sea más verde

A pesar del panorama desalentador, es posible aun hacer que el COVID-19 sea el mejor momento para las Naciones Unidas para construir un futuro más inclusivo, resiliente y sostenible.

En los 30 años previos a la pandemia de covid-19, se hicieron grandes avances en el mundo para sacar a las personas de la extrema pobreza, tratar de resolver el problema del hambre y reducir la propagación de enfermedades prevenibles. Merece la pena celebrar este progreso así como los resultados conseguidos gracias al arduo y necesario trabajo realizado por los gobiernos, las empresas, las organizaciones sin ánimo de lucro y una gran cantidad de personas para luchar contra la desigualdad en todo el mundo.

Sin embargo, más de año y medio después del inicio de la pandemia, el mundo corre el riesgo de contar una historia muy diferente sobre los años venideros.

 Como resultado de la covid-19, casi 31 millones de personas, muchas de las cuales son mujeres y niños, han caído en la pobreza extrema. Si bien algunos países ahora pueden vislumbrar en el horizonte una recuperación económica a largo plazo, esta expectativa no es universal, ni mucho menos: según datos del Banco Mundial, el 90% de las economías avanzadas volverán probablemente en 2022 a los niveles de ingresos per cápita prepandémicos; sin embargo, es probable que solo un tercio de los países de ingresos bajos y medianos se recupere tan rápido.

Los efectos de esta recuperación desigual serán catastróficos y duraderos para los países que se queden a la zaga, y en este momento hay demasiadas personas que corren este riesgo. 

En  regiones como la África subsahariana, la población podría enfrentarse a una década de ingresos más bajos, deudas más altas, menos oportunidades educativas y laborales y una mayor mortalidad

Sin una acción urgente, perderemos una generación de progreso, así como la oportunidad que tenemos ahora de reconstruir sistemas mejores, más justos y equitativos cuando termine esta pandemia.

Por lo tanto, debemos actuar ya. Los líderes deben comenzar a trabajar juntos para lograr una recuperación económica global inclusiva que se centre en las personas más vulnerables del mundo. Para ello hay que actuar con firmeza en tres áreas principales.

Primero, hay que invertir en la salud, la nutrición y la educación, entre otros ámbitos. Invertir a largo plazo en la vida y en los medios de subsistencia de las personas redunda en mayores ingresos para las familias, mayores rentas para los países y sociedades más fuertes. Además, esto nos preparará mejor para futuras crisis sanitarias. Consideremos el efecto de la pandemia en la nutrición mundial: de aquí a 2022, las perturbaciones causadas por la pandemia podrían dar lugar a 9,3 millones más de niños desnutridos y 168.000 muertes infantiles adicionales, lo que sería devastador. Necesitamos apoyar intervenciones efectivas para combatir la desnutrición global, especialmente porque este problema se agravará aún más por el cambio climático. 

Segundo, hay que ampliar el acceso a las oportunidades económicas, lo que implica centrarse en la recuperación económica de las mujeres a través de inversiones en cuidados, inclusión financiera y datos de género. Actualmente hay una reducción del empleo de mujeres que representa 13 millones, en comparación con los niveles previos a la pandemia. Para reconstruir, necesitamos impulsar la I+D con el fin de desarrollar una agricultura resiliente y climáticamente inteligente, de modo que los agricultores puedan mejorar el rendimiento de sus cultivos en el contexto del cambio climático. También debemos invertir en la transformación digital, así como en otras áreas que puedan generar nuevas oportunidades económicas para más personas, en particular las mujeres y los jóvenes.

Por último, debemos enfocar las políticas en la consecución de un crecimiento inclusivo y la prestación de servicios para todos. Al desarrollar sistemas tributarios equitativos, los países pueden generar ingresos sostenibles que pueden ser reinyectados en la economía, mejorando de este modo los servicios públicos y las infraestructuras, por ejemplo. 

Para satisfacer las demandas en un momento extraordinario no se podrá echar mano de enfoques ordinarios

La respuesta es sí, siempre y cuando los ministros de finanzas y los legisladores piensen de manera creativa, actúen con valentía y trabajen codo con codo, tal como lo hicieron después de la Segunda Guerra Mundial. Para satisfacer las demandas en un momento extraordinario no se podrá echar mano de enfoques ordinarios.

En este momento, el Fondo Monetario Internacional está poniendo a disposición de sus Estados miembros 650 mil millones de dólares en derechos especiales de giro (DEG) para amortiguar el impacto económico de la covid-19 y permitir financiar su recuperación. Pero debido a que los DEG se asignan en cantidades relativas al tamaño de las economías nacionales, más del 60% de los fondos se han destinado a países con economías avanzadas.

Por este motivo instamos a los países de ingresos elevados a que reasignen al menos 100.000 millones de dólares en DEG a las naciones de ingresos más bajos, a la vez que protegen los fondos existentes de Asistencia Oficial para el Desarrollo. Hay que pedir a los Estados más ricos que sigan el ejemplo de Francia, que ya se ha comprometido a reasignar el 20% de sus DEG a las economías más pobres del mundo. Si queremos alcanzar los 100.000 millones de dólares en compromisos y, de esta forma, proteger la economía mundial y el bienestar de miles de millones de personas, tendremos que ir más lejos y más rápido, con compromisos aún mayores de incluso más países.

Tenemos una oportunidad única de permitir al mundo que vuelva a progresar en muchos de nuestros objetivos de desarrollo compartidos. Podemos crear un camino que permita una recuperación más inclusiva y duradera y lleve al mundo hacia una mayor igualdad global.

Pero debemos actuar con determinación y debemos hacerlo con rapidez. Tomemos las decisiones correctas para nuestro mundo actual, así como para las generaciones venideras.

La recuperación económica inclusiva, la propuesta de la Conferencia  Territorios Sostenibles – MachalaMovil



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