EL HARTAZÓN DE AMÉRICA LATINA
Desde 2019,
muchos ciudadanos de América Latina están hartos de esto. Dicen que son dejados
de lado por el elitismo y la democracia patrocinada. Lo que estaba sucediendo y
sigue ocurriendo hoy en día recuerda el antiguo modelo de aislamiento social,
pero también la fuerte corrupción de los países sudamericanos. En Bolivia,
Ecuador y Chile en particular, muchas represalias violentas están aún al borde
del colapso, y los habitantes exigen responsabilidades y reclaman cuentas... América
Latina está harta. De hecho, el mismo escenario se ha repetido desde principios
de siglo, porque ni el sistema democrático ni el modelo de desarrollo económico
pueden detener esta frustración. ¿Cuáles son las consecuencias de este
descontento? Uruguayos, bolivianos y chilenos ocuparon las calles a finales de
2019.
EN BOLIVIA,
CHILE Y ECUADOR, LOS CIUDADANOS ESTAN HARTOS Y SE ALZAN CONTRA LAS
DESIGUALDADES, LA CORRUPCION Y LAS ELITES CLIENTELISTAS
Los desencadenantes varían de un país a otro,
pero siempre se encuentran en el mismo fondo: crisis del sistema político y de
las instituciones democráticas, insatisfacción y desconfianza hacia el
gobierno, concentración de la riqueza y planes de desarrollo, políticas de
austeridad que exacerban las desigualdades estructurales y las exclusiones
sociales
Entre 2000 y 2015, los ingresos y la calidad de
vida de la región mejoraron. Los indicadores de inclusión social para la salud,
la educación y la infraestructura básica han mostrado mejoras significativas,
al igual que los indicadores de trabajo e ingresos. Si bien estos avances se
deben a muchos factores y varían considerablemente de un país a otro, se deben
principalmente a la aplicación de políticas públicas destinadas a reducir las
desigualdades y al período de crecimiento económico impulsado por el alza de
los precios de las materias primas en los mercados internacionales.
EN LAS CIUDADES, UNA DE CADA CUATRO
PERSONAS VIVE EN VIVIENDAS PRECARIAS Y EN SITUACION DE POBREZA
Mirando más de cerca las desigualdades, en Haití, los ciudadanos piden la dimisión del presidente desde hace muchos años, porque éste nunca ha aportado soluciones eficaces a la extrema pobreza y a la corrupción del país. Honduras, por su parte, atraviesa una grave crisis política en 2019: los habitantes también salieron a las diferentes calles del país para reclamar la dimisión del presidente porque era sospechoso de estar vinculado al crimen organizado. El Ecuador ha conocido días agitados de protesta y muerte. Esto fue provocado por el aumento de los precios del combustible como resultado de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Ahora, los habitantes quieren el fin del FMI. Al mismo tiempo, en Bolivia, la gente se preguntaba sobre la legitimidad de la elección.
Una cosa es segura: estos acontecimientos sólo
pueden demostrar una historia marcada por la desigualdad. América Latina es la
región más desigual del mundo, no sólo en términos de ingresos, sino también en
términos de derechos más generales.
La recuperación económica iniciada antes del
declive de 2015 redujo la tasa de pobreza, pero no provocó ningún cambio
estructural. El progreso no es suficiente, porque los cimientos no han
cambiado. No hay una única fuente de desigualdad, pero está profundamente
arraigada en el sistema económico de la región. América Latina tiene una matriz
de producción única y muy heterogénea, con alrededor del 50% de los empleos de
baja calidad concentrados en sectores en los que las vulnerabilidades están a
menudo ocultas por los datos de crecimiento macroeconómico.
La desigualdad no se debe únicamente a factores
materiales. La historia colonial de América Latina le ha dejado un legado de
cultura privilegiada naturalizada. La idea de que algunas personas pueden tener
derechos mientras que otras no los tienen está profundamente arraigada en la
imaginación colectiva. Un ejemplo simple sería el de una niña amerindia. Si
esta niña vive en un entorno alejado de las ciudades, en el campo es mucho más
probable que no tenga acceso a estudios y empleos muy altos o incluso a ciertas
banalidades de la vida cotidiana que un niño más «caucásico» que viven en una
ciudad muy grande o capital. Por consiguiente, el acceso a los derechos se
caracteriza por varios factores que no están determinados únicamente por la
situación socioeconómica. Por ejemplo, el lugar de nacimiento de la persona,
así como su identidad sexual o su origen étnico, son factores determinantes
para el acceso a los derechos de los habitantes. Es triste constatar que en
América Latina la plena y perfecta igualdad de acceso para exactamente los
mismos derechos entre los diferentes habitantes de un mismo país o de una misma
región sigue siendo una utopía muy lejana...
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